miércoles, 20 de enero de 2021

EL MITO DE PANDORA Y LOS MALES DE LA HUMANIDAD

La mitología griega nos cuenta que en un principio todo era Caos, hasta que los dioses decidieron dar a cada cosa existente su lugar en la tierra, también decidieron crear a los animales y entre ellos a uno que fuera superior: el hombre; ésta tarea fue encomendada a Prometeo y su hermano Epimeteo, pertenecientes a una raza de Titanes que habitaron la tierra mucho antes de la creación del hombre.

Para ello, Prometeo tomó agua y barro para moldear al hombre a imagen y semejanza de los dioses. Sin embargo, cuando Prometeo quiso proveer al hombre de dones especiales para hacerlo superior al resto de los animales, se dio cuenta que Epimeteo ya había agotado todos ellos en la creación de los animales, así que Prometeo subió al Olimpo y ayudado por Atenea robó las semillas de Helios (el Sol) y se las regaló a los hombres.

Con el fuego como regalo, los hombres fueron capaces no sólo de alimentarse, sino también de elaborar armas para cazar animales, de fabricar herramientas para trabajar la tierra, de calentarse y de vivir una mejor vida.

Sin embargo cuando Zeus, máxima autoridad de los dioses del Olimpo, se dio cuenta del robo, montó en cólera y decidió castigar a los Titanes por haber regalado el fuego y a los hombres por haber aceptado el regalo.

De esta manera ordenó a todos los dioses colaborar en la creación de la primera mujer en la tierra y que cada uno de ellos la llenara de dones.

Hefesto, dios del fuego, la moldeó; Atenea, diosa de la sabiduría, le regaló un cinturón de perlas, un vestido hermoso color púrpura y otras piedras preciosas; Afrodita, le dio la belleza; Apolo, dios de la luz y la verdad, le dio la música; Hermes, dios de las fronteras y los viajeros, le dio el don de la seducción, un carácter voluble y la manipulación; los collares le fueron entregados por Las Gracias y la Persuasión, las Horas coronaron su cabeza con flores.

Y así cada uno de ellos fueron aportando lo mejor de sus virtudes y dones. Claro, no todo lo que brilla es oro.

Sin embargo, Pandora, era también, un arma de doble filo contra el hombre, pues recordemos que Zeus quería acabar con él, a causa de la desobediencia del titán Prometeo. Con esto no quiero hacer apología del delito, y decir que las mujeres son la perdición del hombre. Era la intención de Don Zeus, que Pandora fuera la encargada de llevar hacia la perdición al hombre, y así se lo hace saber a Hefesto, el dios más habilidoso del Olimpo, a fin de que la creara bella, perfecta, en casi todo similar al hombre, pero dotada de capacidad para retrasarle en el trabajo y hacerle olvidar hasta sus pensamientos.

Como último regalo, Zeus le entrega a Pandora una caja que no deberá abrir bajo ningún concepto. En ella, sin Pandora saberlo, están encerrados todos los males que destruyen a la raza humana: la enfermedad, la venganza, la ira, el mal íntegro del mundo.

Posteriormente entrega a Pandora como esposa a Epimeteo "el que reflexiona tarde", el hermano de Prometeo.

Deslumbrado por la belleza de la mujer, acepta sin dudar el regalo, desoyendo los sabios consejos de su hermano: que le había dicho varias veces: Epimeteo nunca aceptes ningún presente que venga de Zeus, por si las moscas agregaría yo. Un consejo que al muchacho le entró por una oreja y le salió por la otra.

Movida por la curiosidad, con el tiempo, que no fue mucho, Pandora no pudo resistirlo y abrió la caja que Zeus le había regalado, algo que el dios había lógicamente previsto, pues sabía que estaba dotada de una gran dosis de curiosidad.

En un instante todos los males se repartieron por el mundo, sin poder ser contenidos por las manos de la mujer. Asustada, Pandora cerró la tapa justo cuando lo último que quedaba iba a escapar: la esperanza; conteniendo así en la caja, el aquel único don que quedaría atrapada en ella.

Posteriormente, arrepentida y viendo lo que su acción había provocado en la humanidad, se dedicó a ir ofreciendo a los hombres, uno a uno, la posibilidad de contar con un último recurso, esta vez sí, bien guardado. La esperanza: justamente la última que se pierde.

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