El funeral vikingo se ha convertido con el paso de los siglos en toda una referencia histórica en cuanto a las prácticas funerarias, por esa visión romántica, casi poética, que ha trascendido hasta nuestros días.
Y es que los Vikingos creían en la vida después de la muerte y lo simbolizaban mediante un barco a la deriva que se alejaba por el horizonte para trasmitir el fin de la vida y la llegada al otro mundo.
Dependiendo del estatus social y de la zona geográfica, existían varios tipos de funerales. El más conocido es en el que el difunto se introducía en un barco mar adentro y se incendiaba con flechas en llamas. Así las cenizas se esparcían por el fondo del mar.
En este tipo de ritual, si la persona era rica su fortuna se dividía en tres: una para la familia, otro para las vestimentas del funeral y una tercera para preparar una bebida llamada Nabidh y que los seres queridos del difunto bebían hasta que el cuerpo se incineraba.
Los más pobres eran colocados en una barca mucho más humilde que después se quemaba.
También existen vestigios que señalan que, en ocasiones, los barcos se quemaban en tierra o siendo previamente sepultados con piedras en la playa o cerca del mar e incinerados luego.
ASOCIACIÓN ENTRE LOS BARCOS Y LA MUERTE
Esta asociación es una constante en la cultura vikinga. El reino de los muertos empezaba donde acababa el mar (creían que la Tierra era plana) y los vikingos entendían el fin de la vida como un viaje hacia el más allá.
Guiados por las valkirias, ese viaje tenía dos finales posibles, los dos salones de los caídos: el Valhalla y el Fólkvangr.
Los vikingos, a través de sus rituales funerarios, trataban de preparar al difunto para la otra vida.
LA MANERA DE MORIR
Los vikingos tenían la creencia de que la forma de morir influiría en su paso a la otra vida. Morir en combate era la mejor manera de evitar vagar errantemente y para siempre como almas en pena.
UN FUNERAL ALEGRE
El funeral vikingo se presentaba casi como un festejo por la llegada de la persona fallecida al otro mundo.
Durante su celebración se cantaba, se hacían ropas para el difunto, se cogían ofrendas en forma de frutas, plantas y otros alimentos, incluso se sacrificaban animales ( como caballos) y se elegía un barco, todo ello sin perder nunca la alegría.
Quizás algo podamos aprender de los vikingos miles de años después. En una época en la que no existían testamentos ni seguros de decesos, ellos se ocupaban de todo para rendir un merecido tributo final a sus seres queridos.
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