Deméter no quería que su hija se casara con Hades y sin su consentimiento Zeus se la había prometido a su hermano. Un día, mientras la joven recogía flores en Sicilia, Hades apareció en su carro de dos caballos para raptarla.
En palabras de Ovidio "mientras Proserpina ( Perséfone) jugaba en el campo recogiendo violetas y lirios, mientras con juvenil alegría llenaba sus faldas y su cesta compitiendo con sus compañeras, Hades repentinamente apareció, la vio, se encaprichó y la tomó: tan rápido como esto, el amor. La diosa atemorizada llamó a su padre sollozando. Dado que le había rasgado el vestido al llevársela, las flores cayeron en su túnica suelta y eso provocó que derramara sus lágrimas virginales".
Deméter, destrozada, hizo todo lo que pudo para recuperar a su hija y finalmente tuvo que resignarse a que pasara parte del año con Hades y parte del año con ella, dado que mientras estaba en el reino de los muertos había ingerido unas pepitas de granada y las reglas establecían que cualquiera que ingiriera algo en el Averno debía permanecer allí para siempre.
Perséfone aceptó su destino con más naturalidad que su madre, que penó durante mucho tiempo su ausencia y con su tristeza provocó que la tierra se secara y quedara estéril. Perséfone aceptó ser diosa de la muerte e incluso Homero la llamaba "la temible Perséfone" y en la Odisea presenta al héroe dándole una importancia fundamental al papel de Perséfone en el reino de las tinieblas. Ella decidía cuando se le podía acercar un alma.
La muerte de Perséfone y su regreso a la tierra aparece en los Misterios Eleusianos, las ceremonias que tenían lugar anualmente en Eleusis, cerca de Atenas, a las que sólo podían acudir los iniciados.
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